viernes, 15 de mayo de 2009

Historias del Este...allá detrás de donde estaba la cortina de hierro.


Paradójicamente, Viena, una ciudad típicamente occidental, está geográficamente mas al oeste que Praga, casi dos grados más (16º22' y 14º25' de longitud este respectivamente).

La cortina de hierro que separó al mundo alguna vez, hoy vuelve a hacerse carne con la ampliación de la Unión Europea. La actual crisis económica frena todo destello de ampliación y Turquía al menos por ahora deberá esperar, aun cuando cree ser la solución a todos los problemas del viejo continente.

Lo que sigue es parte de un análisis que hice sobre República Checa, el país que preside la Unión Europea.

La ex Unión Soviética tenía un amplio poder sobre su área de influencia en los países de Europa del este, basta sólo con recordar la ocupación de las fuerzas soviéticas en ciudades como Praga y Budapest a fines de los años 60 para evitar cambios radicales en el rumbo de las repúblicas de su órbita.
Con la caída de la URSS, consecuencia final de una serie de políticas llevadas a cabo por Gorbachov que alteraron el desarrollo militar, político y sobre todo económico soviético, las repúblicas de la órbita comenzaron a desandar el camino de la independencia. Para el caso de Checoeslovaquia, aquella iba a llegar dos años después de la caída final de la URSS, con la Revolución del Terciopelo en 1993 y la partición en dos Estados independientes, a saber Eslovaquia y República Checa.
Más acá en el tiempo, el gobierno de Vladimir Putin en Rusia intentó recuperar la mística imperial de la URSS y la Rusia zarista, ante los avances de la integración en la Europa occidental y la captación en ese esquema de las ex repúblicas socialistas de Europa del este. Pero algunos de estos intentos son sólo buenas anécdotas.
Si bien es cierto que Rusia hoy cuenta con dos focos principales de poder: el primero, el asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en el que a pesar del poco uso que tuvo en las últimas décadas, Rusia aprovechó a colar su intento renacentista imperial en las Resoluciones del mismo (ejemplo, evitando que Japón lograra ingresar el Consejo). El segundo foco de poder, es la llave del gas para toda Europa. Por territorio ruso pasan los mayores gasoductos que proveen de este combustible al viejo continente. La Rusia de Putin y Medvedev no duda en utilizarlo como moneda de presión, tanto hacia Europa como a sus vecinos ex aliados.
La participación de Rusia como potencia, y de allí poder influir nuevamente en Europa del este, tiene mucho que ver también con la actuación de Estados Unidos. Durante la administración Bush y la invasión a Afganistán, Rusia demostró no tener peso para detener el avance norteamericano en tierras muy cercanas al poder de Moscú.
A mi entender, Rusia tiene otros frentes de tensión antes que la “europeización” de sus ex repúblicas, y en este caso de República Checa. Uno es el Cáucaso y las guerras intestinas en las que Moscú siempre influye, ya que en esta región Rusia no permitirá la intervención de ningún otro país. Y el otro frente, es la adhesión de Ucrania a la Unión Europea y a la OTAN en algún futuro no muy lejano. Una Ucrania europea y occidental desequilibraría mucho más a Moscú y sus intentos imperialistas.
Expresiones periodísticas como el BRIC, un eventual bloque conformado por potencias o potencias en ascenso como Brasil, Rusia, India y China, son actualmente más expresiones de deseo que realidades concretas. La crisis económica actual dilata aún más todo este tipo de cuestiones y Rusia está lejos de recuperar su antiguo esplendor.

La idea de la administración Bush de instalar radares en territorio checo (y diez dispositivos antimisiles en territorio polaco) para concluir con el escudo antimisiles norteamericano contra las amenazas iraníes o talibanes, crispó los nervios de Rusia. El gobierno de Medvedev advirtió que el uso de armas o defensas misilísticas en las fronteras con Rusia y que amenazaban el poder disuasorio y la capacidad de defensa, no tenía que tener otra respuesta más que técnico militar y no diplomática.
Para la República Checa este acuerdo significaba una inversión de más de 3500 millones de dólares, sin contar que para su gobierno tenía un costo económico para adecuar las instalaciones (alrededor de 700 mil euros), en épocas en que la economía comenzaba a sentir los primeros coletazos de la crisis.
El 8 de abril pasado, Barack Obama visita Praga y pone paños fríos a la crisis que se desató en Rusia por la instalación de los interceptores y radares en la frontera. Se le aclara a Rusia que la idea de defensa antimisiles no es contra ellos sino contra la posible amenaza iraní y en una Declaración conjunta de Medvedev y Obama llegan a un acuerdo para revisar el Tratado STAR (Reducción de armas estratégicas) que vende en diciembre próximo y reemplazarlo por otro tratado de paz, y de seguir trabajando junto para la eliminación de ojivas nucleares según el Tratado STAR II que vence en 2012.
Volviendo a República Checa, este desaire que significó el acuerdo y la baja de los decibeles de la polémica entre Estados Unidos y Rusia, no hicieron más que agravar la crisis política que lleva a la caída del Primer Ministro Topolanek, al adelantamiento de las elecciones para octubre y la conformación de un gobierno de acuerdo provisorio hasta ese entonces. Desde el 1º de enero, la República Checa preside temporalmente la Unión Europea, en medio de semejante crisis interna y fue el último Estado en aprobar el Tratado de Lisboa que habilita la nueva constitución Europea. Antes de esto, el Presidente Checo tildó de totalitario al Europarlamento diciendo que la UE se basa en "la opresión del mercado y el refuerzo continuado de la gestión central de la economía".

Vaclav Klaus, el presidente checo es un visible euroescéptico y en dos oportunidades ha rechazado ratificar el acuerdo parlamentario que habilita el Tratado de Lisboa que reforma la Constitución europea y los tratados de la Unión. Después del referéndum en el que Irlanda rechazó la adhesión al mencionado Tratado, Klaus advirtió que iba a esperar la nueva consulta (en Irlanda en septiembre u octubre próximo) para tomar la decisión de ratificarlo.
Como mencioné anteriormente, Klaus trató al Europarlamento de totalitario en su intervención en febrero próximo pasado, tildándolo de distante con respecto a la verdadera sensación de los europeos. Ahora bien el senado checo aprobó el Tratado de Lisboa el pasado 6 de mayo, y el 8 se nombró a un nuevo primer ministro, Ian Fisher que ahora luchará con Klaus para presidir el Consejo de Europa y alentar a la entrada en vigor final del Tratado.
En las protestas contra la instalación de los radares en abril pasado, algunas fuentes extraoficiales y de la oposición fundamentalmente, alegaban que Rusia estuvo detrás de la financiación de las mismas, aunque la mayoría de los checos no quieren volver a verse envueltos y en el medio de una “guerra fría”.
Del lado europeo, ven en la poca cultura democrática de países como éste, esta oposición continua a respetar los acuerdos firmados con los demás países. En épocas de crisis, la ausencia de una auténtica cultura de esa índole se convierte en un grave obstáculo, porque los políticos, en lugar de buscar consensos y soluciones generales, suelen acentuar los problemas.
En estos últimos días se lanzó en Praga la Asociación Oriental con Ucrania, Belarús, Moldavia, Armenia, Georgia y Azerbaiyán, que de fuentes francesas y alemanas se encargaron de aclarar que no habilita futuras uniones al bloque (una clara señal a Rusia de que no se meten en su área de influencia), sino que pretende mitigar los efectos de la crisis y alentar al desarrollo de los países. A pesar de que no estuvieron presentes los Jefes de Estado de los países más importantes de la UE, esta mirada hacia el Este aleja más a todos estos países de una posible influencia rusa, al menos en lo económico, ya que la ayuda habla de 600 millones de euros.

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